La práctica de la imposición de manos también lucha contra la enfermedad
del siglo XXI: la depresión. "Como su objetivo es equilibrar
energéticamente a la persona tanto física como espiritualmente, este
tipo de dolencias psíquicas desaparecen cuando la persona vuelve a su estado de
equilibrio", explica Curtin.
"No hay cuerpos enfermos, hay almas
enfermas", dice una máxima reiki
Es el caso de Candela, una azafata que padece depresión y lleva años
medicada sin obtener ninguna mejoría. Acudió a ver a John Curtin para recibir
un tratamiento, que se compone de un mínimo de tres sesiones de reiki, porque
una amiga se lo había recomendado. "Entendí que mi depresión provenía de
un bloqueo emocional y las sesiones de reiki me sirvieron para liberar
esa angustia contenida. Sentía como una bola en la garganta y otra en el
pecho que me impedían respirar. Poco a poco esa bola que hasta notaba
físicamente se han ido disolviendo y ahora casi no tomo medicación",
explica Candela.
Como todas las técnicas orientales, el reiki trata a la persona
como a un todo. Es decir, no distingue entre cuerpo y espíritu. Hay una
máxima de esta técnica que dice que "no hay cuerpos enfermos, hay
almas enfermas". Así, los maestros mantienen que las dolencias no se
dan aisladas, sino como consecuencia del desequilibrio entre alma y cuerpo.
Manuela González también se dedica a dar sesiones de reiki. Asegura que la fuerza que
sale de sus manos -ella es sólo un canal- lo único que hace es restablecer el
orden, porque hay veces que "las energías están en guerra
civil". Muchas personas acuden a su consulta para darse "un chute
de energía" como dice entre risas José María, director de márketing de una
página web o para tratar las dolencias de "una enfermedad reumática",
en el caso de María, periodista.
Manuela González Yáñez, maestra reiki
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